A la mayoría de nosotros nos educaron de pequeños bajo el mandato de nuestros padres y otras figuras de autoridad que “hacer lo mejor por el otro y luego por ti” era lo correcto. Con lo cual, crecemos con la creencia que amarse a un mismo es ser egoísta y no está bien visto por la sociedad. Ya en la vida adulta, no entendemos el valor que tiene amarse a uno mismo. No hablamos de narcisismo, soberbia o vanidad, aunque muchos lo exteriorizan de esta manera. Estamos haciendo referencia a la importancia de conocer nuestras necesidades, a tratarnos bien, a cuidarnos, a escucharnos. Borja Vilaseca, coach y referente internacional nos explica: “Amarse a uno mismo no tiene nada que ver con sentimentalismos ni cursilerías. Se trata de un asunto bastante más serio. Al hablar de amor, nos referimos a los pensamientos, palabras, actitudes y comportamientos que nos profesamos a nosotros mismos. Así, amarnos es sinónimo de escucharnos, atendernos, aceptarnos, respetarnos, valorarnos y, en definitiva, ser amables con nosotros en cada momento y frente a cualquier situación.”

Estamos tan acostumbrados a hablar mal de nosotros mismos que muchas veces nos sentimos incómodos con un halago. No sabemos qué responder, ni siquiera decir “gracias”. Es más, muchas veces cuando escuchamos a alguien a hablar bien de sí mismo, lo vemos arrogante y fuera de lugar.

El primer paso es conocernos en profundidad, es el proceso para comprender nuestras fortalezas y nuestras debilidades (miedos, temores) que los psicólogos llaman “sombra”, son parte de nosotros pero tendemos a taparlas y no reconocerlas. Aquí surge nuestro diálogo interno, esa voz que nos habla sobre nosotros mismos y nos tira abajo, nos dice las peores cosas que tantas veces  tomamos como ciertas. Frases como “no eres bueno en esto, no vas a poder, eres lo peor” nos modifican el día, nos sentimos frustrados y desde este marco referencial reaccionamos contra el entorno.

El amor propio es tan importante para uno mismo como para los demás.  Sólo podemos compartir con los demás aquello que primero hemos cultivado en nuestro corazón”. Al vivir desde nuestras frustraciones, tristezas y carencias nos relacionamos desde la “necesidad” que el otro nos dé aquello que no tenemos (valorarnos, aceptarnos, reconocernos, etc).

Al contrario, cuando logramos encontrar paz en nuestro interior, amarnos y sobre todo aceptarnos con luces y sombras en justo equilibrio, podemos ofrecer a los demás la mejor versión de nosotros mismos. Real y auténtica, con sus falencias y miedos, con sus luces y sombras pero en total plenitud y con el corazón lleno para brindar abundancia.

Dice un cuento que para recibir amor primero debemos tener el “depósito lleno”, como un sifón de soda…primero se recarga y luego se puede compartir con el resto, en retribución por compartir se vuelve a llenar, de manera cíclica recibe y da, recibe y da. Desde un sifón vacío de amor sólo podemos pedir eso que no tenemos: amor. Así viviremos desde la carencia y nos desde la abundancia. Tu primer gran amor es el que te das a vos mismo.

Ejercicio: llenar el sifón de amor propio.

 

Imagen de artista Kate Rabbit

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